La frase del dia

23 noviembre 2010

Sólo me quedan seis vidas



Con el paso del tiempo cambian las maneras de encontrar diversión por parte de la juventud. Tal vez por eso pasó lo que pasó.
Te cuento: desde mi habitáculo en el salón he visto imágenes temerarias en la pantalla del televisor. En ellas se veían jóvenes que saltaban desde acantilados hasta la superficie del mar, obnubilados claro está por la ausencia del temor que deja la inconsciencia de sus pocos años y el escaso conocimiento de las consecuencias del fatídico error. Luego escuché que uno de los “valientes” pagó su osadía con la muerte.
Y, continuando con esas diversiones cuyas “gestas”suelen colgar en Internet, vi también a otros “machotes” que se lanzaban desde los balcones de un hotel para hacer diana sobre la piscina en la planta baja.
Doy fe de que no me movió realizar gesta alguna. No. Si he de culpar a alguien es a la curiosidad que me domina y al el error conceptual que me produce el hecho de entrar o salir de un lugar, reconozco que nunca he tenido claro si cuando cruzo la puerta de un umbral o el alféizar de una ventana entro o salgo.
Esa ignorancia fue la causante de que me precipitase al vacío. Yo superé con muchos metros las marcas estúpidas de los mozalbetes, y no me congratulo por ello sino todo lo contrario. Fui un torpe y un patoso.
Que quede claro que no pretendía suicidarme, ni demostrar nada a nadie. Fue un accidente sin más. Hoy puedo contarlo y doy gracias a mis padres y a mis abuelos y a la evolución genética de nuestra especie.
No era la primera vez que me subía en aquel alfeizar y observaba cómo cruzaban las palomas rozando mi ventana. Esa mañana salté sin comprobar primero la estrechez que había entre el marco y la hoja corredera de la ventana. Al hacerlo me golpeé en la cabeza y perdí el control, por eso resbalé ayudado por la humedad que brillaba sobre el alféizar metálico y resbaladizo.
Y caí, seguí cayendo, no había toldos, tampoco tendederos, vi a dos mujeres que fumaban en una terraza y yo seguía precipitándome hasta no se sabe dónde. Extendí mis manos y mis patas como murciélago en vuelo, erice mi larga cola para que se abrazara al viento y sentí un estruendo brutal que convulsionó mis entrañas.
Quedé tendido y aturdido, me pregunté si aún estaba vivo. Un volcán de estrellitas nubló mi vista. Era ceniza fría. Miré hacia las alturas y vi a
las dos mujeres, una le dijo a la otra:
“Mira Juani, se ha caído un gato” .

Sentí que mis fuerzas se agotaban por momentos. Y fue ahí donde el dolor estaba en su fase más punzante y yo me dejaba acurrucar por el frío, cuando escuché voces familiares que gritaban desesperadas: “¡Sami, Sami!.

Subir y bajar de este árbol me hizo más fuerte
¡Ah! que alegría, pensé, estoy vivo y mis ojos de miel se humedecieron, no por el dolor que sentía sino porque necesitaba más que nunca aquellas caricias que tan bien conocía.
Luego me llevaron al veterinario que me hizo radiografías y le dijo a mis amigas que caer desde un séptimo piso y vivir para contarlo sólo estaba al alcance de un privilegiado. Tampoco creo que sea para tanto, digo yo, ¿O no?.

Aún perdura mi cara de susto

12 noviembre 2010

Anómalas casualidades

Ahí están, Sami y Zizou, compartiendo el espacio de la mantita azul, impensable días atrás

La amistad no tiene porque ser un sentimiento recíproco. Lo ideal es que así sea, sin embargo, en una verdadera amistad no debe haber medida de quién da más, simplemente se aporta cuando es preciso y sin necesidad de que se pida. Ahí es donde radica la verdadera pureza de un sentimiento que surge con hechos reales en la mayoría de los casos. Cuántas veces escuchamos a alguien que se lamenta tras una decepción: “Yo lo tenía por un amigo… y ya ves el resultado, no lo era tanto”.
Es difícil saber quién es un verdadero amigo. Por la red circulan muchos PowerPoint-s donde se funden preciosos textos de citas de sabios y pensadores ilustres, arropados con bellas fotografías.
Todo eso está muy bien y es un bonito para contemplarlo, pero cuando las cosas vienen torcidas es cuando verdaderamente se ve “cómo caza la perra”. En los momentos que el desamparo se cierne en torno a nosotros y quién te arropa sólo tiene el pago de algo tan intangible como el refuerzo de su dignidad, es cuando verdaderamente sale a flote la auténtica valía de ese sentimiento.
Tengo un amigo que cuando se refiere a algunas personas las define como medio-amigos. En cambio, otras veces, suele decir: “Sí, quieres decir fulano, pues sí, no es que le conozca, es mi amigo”. Y cuando tiene una relación de amistad vigente y autentica, entonces dice: “somos uña y carne”, o bien, emplea una argumentación más escatológica que no viene bien escribir literalmente en un lugar como este. Ante estos escalafones y peculiares definiciones tan “sui generis”, no sé en qué lugar me encontraré dentro de su amplio círculo de
amigos y medios- amigos.
Querido lector, te preguntarás adónde voy a parar con tanta palabrería. Quizá fatua para ti. Este oficio es así y cuando uno empieza a escribir normalmente sabe la apertura mas luego es el texto quien te lleva como potro desbocado que se sujeta con la rienda de la concisión y el freno de la brevedad.
Todo el preámbulo anterior viene a cuento porque me apetece compartir contigo el suceso curioso que me explicó este amigo, quien por cierto tiene una jerga rural muy peculiar y que he utilizado escribiéndola en negrita cursiva. Intentaré realizar un esbozo de la escena y del diálogo que mantuvimos para que entres en la historia:

Una noche sonó mi teléfono.
- Sí, dígame – respondí sin saber quién era mi interlocutor, pues no tenía las gafas que me ayudan con la presbicia y no veo con claridad lo que parpadea en la pantalla.
- Oye, cómo lo tienes mañana para tomar un café a primera hora.- al instante reconocí la voz de mi amigo Pau.
- En principio bien- respondí- aunque todo se pude complicar de repente. ¿Dónde nos vemos y a qué hora?
- En la cafetería de la última vez, más o menos sobre las nueve.
- Vale, de acuerdo, hasta mañana a las nueve.
Al día siguiente cuando entré en la cafetería lo vi sentado tras la mesa del fondo, como si quisiera tener controlada toda la visión del local. Nos saludamos y al tiempo que me sentaba pregunté:
- ¿Pasa algo?
- Grave o importante no, pero curioso sí.
- ¿Algún problema con tu ex?
- No, ni la menciones, solamente es una curiosidad, ni siquiera eso, es posible que al llamarte a esa hora te haya preocupado. No pasa nada, son las consecuencias de la confianza. Ya dicen bien:
tanta confianza da asco.
- Cuenta, cuenta – le animé.
- Pues fíjate cómo son las cosas. El sábado pasado, no sé si lo recuerdas pero hacía muy buena tarde, me dijo mi compañera que le apetecía dar un paseo por la Rambla. Y como el viernes me había pasado una anécdota, merced a mi recalcitrante despiste, decidí contársela durante el paseo. Yo ya sabía que me iba a venir un varapalo pero a veces uno no sabe de qué hablar y le dije:
“Ayer cuando fui a pagar el desayuno pase una vergüenza de aúpa. Metí la mano en el bolsillo y lo que yo creía que era un billete resultó ser el ticket del supermercado”. Mi compañera me dijo: “No sé porque te extraña, llevas el dinero sin ningún control y que yo sepa no es la primera vez que te pasa y supongo que tampoco será la última”
Yo aguanté el envite y añadí: mujer yo pensé que Jordi me los había cogido para salir de noche. Ya sabes que para él el fin de semana comienza el jueves. Pero cuando le pregunté me dijo que no había cogido nada porque se fue a jugar a fútbol sala con sus amigos...
-“ ¡¡ Mira!!”- exclamó de repente mi compañera, cortando mi explicación.
Miré hacia el suelo para ver la causa de su asombro, esperando encontrar cerca de mis zapatos una montaña de excrementos caninos, mas no vi nada. Ni siquiera pregunté dispuesto a seguir con el paseo.
- “¡¡En el banco!!”- insistió ella, dándome un leve codazo en el costado.
Y fue entonces cuando reparé en una billetera negra, abultada, que parecía disfrutar de la tarde sentada también en aquel precioso banco de mármol claro.
- ¿Qué hiciste?
- ¡Pues que iba a hacer?, echarle el guante. Un grupo de gente que venía vestida muy elegante vio como la recogía y me miraron con recelo pero yo aparenté naturalidad como si la hubiese olvidado instantes antes.
- ¿Contenía dinero?
- Sí, y tarjetas de crédito. Pero lo verdaderamente importante no es eso, sino la coincidencia. Me explico, el hecho en sí de que cuando aún no había terminado de contarle a mi compañera lo de la perdida del dinero apareciese como por encanto la cartera en el banco. Mira que había gente paseando para verla, pero tuve que ser yo quien me hiciera con ella.
- Suerte que tienes.
- ¿Tu crees?
- Hombre, Pau, no todos los días se encuentran carteras con dinero.
- No sé, me inclino a pensar que el de Arriba me tendió una trampa. O el Maligno, vete tu a saber.
- También pudiera ser.
- Y qué hicisteis.
- Una vez que vimos los documentos y fotografías que había en la billetera observemos la gente de las proximidades con la esperanza de ver algún rostro ansioso buscando su cartera. No había anotado número de teléfono alguno. Comprobamos que era natural de Rumania y mi compañera llamó a una conocida cuyo marido es rumano, pero no atendió la llamada.
- Al menos lo intentasteis.
- No sirvió de nada. Nos habría gustado encontrar al infortunado rumano y darle una alegría.
- Míralo de otro modo, quizá el azar quiso compensarte por tu anterior extravío.
- Eso es como un empujoncito para justificar una mala acción. La verdad es que el dinero no siempre produce felicidad. A veces trae inquietud, como en este caso. Por una parte piensas: el que yo perdí nadie me lo devolvió y éste parece caído del cielo. Y por otra: estás convencido que se es igual de ladrón por treinta que por trescientos. No sabes qué hacer. ¿O tú sí?, ¿Qué habrías hecho tú?
- Lamento no poder ayudarte, no estoy en tu posición, pues yo no perdí nada, tampoco quedé en evidencia a la hora de pagar el desayuno y por último no encontré la billetera. Aunque no es necesario que me cuentes el final porque a mi no me vas a engañar. Te conozco lo suficiente como para saber tu comportamiento.
Pau asintió con la mirada y me dijo: Anda paga los cafés que me dejé la cartera en la guantera del coche. Ya sabes aquel:
La zorra pierde el pelo pero no pierde el vicio
- Nunca cambiarás: me secuestras, aguanto tu cháchara, me rematas con tu jerga pueblerina y encima tengo que pagar. ¡Que morro tienes campeón!.

24 octubre 2010

Viaje a Caldea



Ya sabéis que escribir permite cultivar la fantasía. Tal vez por eso es bonito caminar en el vértice de lo inverosímil, ya que, permite hilvanar lo imaginario y lo real.
El puente pasado decidimos hacer una escapada porque de tanto en tanto conviene romper el trajín y abandonarse al relajo.
(Estaba en un escaparate, aunque quería pasar desapercibido, pero le reconocí, era nuestro lagarto Zarzo disfrazado de sultán)
Hice las someras indagaciones en cuanto a la ruta que debía realizar. Imprimí el trayecto pero se quedó en casa en el tocador donde habitualmente dejo las llaves. No es que fuera una ruta nueva, ni para mí ni para el coche, por tanto, podría decir que la conocíamos casi de memoria.





Con el destino decidido arrancamos el coche y éste sabe muy bien de qué va la historia. Supongo que según sea la carga se hace una idea de lo que le espera. No es lo mismo cuando las maletas copan el maletero que cuando lo hacen una bolsa de viaje y una mochila. Entre él y yo hay un lenguaje mímico que los dos entendemos. No habla pero mentalmente me preguntó: “¿A dónde vamos?”. Yo le dije a Caldea (Andorra) y él replicó: “Yo te llevo, pero no quiero prisas,ni agobios de ningún tipo, necesito aires y olores nuevos, tú tranquilo que llegaremos”.
Sin embargo, los planes de inversión que concede el gobierno hacen posible que paisajes ancestrales, que eran referentes a seguir durante el trayecto, hayan desaparecido, o bien, su cambio les hace irreconocibles.




Mas continuemos con el viaje. No sé si será porque los años pasan factura o porque soy reticente a los nuevos inventos que mutilan en cierto modo la libertad de mi auto, es decir: gepeses, detectores de radar u otros artilugios de pelaje similar, continúo guiándome por la intuición y como humano tropiezo muchas veces en la misma piedra. Además, la voz de la conciencia que va de copiloto no se corta para decirme si llega el caso: “¿Para que lo quieres si no le vas a obedecer?”.
Reconozco que no le falta razón.

Es inevitable, tantas noches compartiendo almohada proporcionan esa convicción tan certera.




Sucede pues, que quien esto escribe, cuando tiene ante si unos días de completo asueto, apenas si mira el reloj y se deja llevar por el auto porque la vista saborea los campos que va contemplando; sin semáforos ni nerviosos que se peguen casi empujando por detrás, con la luces aguijoneando el retrovisor.
Así pues, transitar por carreteras solitarias, sin agobios de ningún tipo, es harto placentero.
Después de cruzar Montblanc, Tarrega, Guisona, llegamos a Artesa de Segre y fue ahí donde el coche se desvió hacia Tremp y no llevó hasta Sort, no paramos a comprar lotería que hubiera sido lo habitual en la afamada Bruja de Sort. Ascendimos por una sinuosa y empinada carretera desde la que se divisaban panorámicas idílicas. Al llegar al punto más alto se extendía una pequeña meseta en cuyas laderas pastaban las vacas. Decidimos reponer fuerzas rodeados de un aura de tranquilidad y de los buscadores de setas que pasaban a nuestro lado con las cestas vacías.



El hotel que habíamos reservado estaba cerca de la pirámide acristalada bajo cuya estructura se encuentran las termas de Caldea. El aparcamiento en aquellas calles era empresa difícil, pero tuvimos suerte y encontramos un hueco a escasos metros del hotel.
Disfrutamos con total tranquilidad de las instalaciones. Sentir la fuerza del agua con 30º de temperatura, bajo el cuello de cisne, los jacuzzis, las máscaras de agua vaporizada y las diferentes tazas de hidromasaje. El murmullo de los multiples chorros invitaba al silencio y a la abstracción. De repente, desde una potente megafonía, llegaban las voces del grupo coral inglés ”IL DIVO”, interpretando “My Way” de Frank Sinatra. ¿Que más se puede pedir?
Entre tanto, en la calle llovía sin intensidad y a través de las vidrieras podía verse un día gris, que después de tanto verano, tenía su encanto al menos para mí.
Vimos en el exterior un grupo de bañistas en una laguna contigua y hacia allí nos encaminamos. El contraste de la temperatura que mi cuerpo había acumulado hizo que al caminar en contacto con la brisa del exterior sintiera un latigazo de frío que casi me hizo tiritar y al ver al resto de bañistas que aparentaban tranquilidad, pensé: “Que blandito me estoy volviendo”.
Después observé que la gente seguía el recorrido del agua y se colaba por un pequeño túnel del que colgaban unos plásticos duros que separaban el interior del exterior de las instalaciones. Por tanto, no era necesario salir del agua para ir de un sitio a otro. Una vez más recordé que para algunos por mucho que pase el tiempo, seguiremos siendo urbanitas con corazón de labriego. Es lo que hay.
Dicen que hay crisis y yo añado que es cierto, aunque no es menos cierto que ni la lluvia aparta la voracidad consumista. Un gentío copaba las aceras ataviados con paraguas o se cobijaban bajo los
salientes de los edificios.




El río Valira bajaba enfurecido con el color marrón de los nuevos aportes y en las montañas periféricas se dejaban ver entre brumas casas de difícil acceso.
Cruzó bajo la lluvia la caravana de una concentración de Wolkswaguen- escarabajo. Nos dirigimos a una tienda de instrumentos musicales e hicimos algunas compras. Luego visitamos otras galerías donde el flujo de gente era constante.
Al volver a Tarragona el coche avanzó paralelo a los pantanos de antaño y por el trayecto más corto, quizá porque está mejor en su garaje que bajo aquella lluvia pertinaz y cansina.

19 agosto 2010

Misiva sin destinatario



Hoy que ya todo está en calma y las obligaciones esperan hasta la próxima semana, tengo tiempo para narrarte una historia que sucedió en la Zarza de Pumareda allá por el mes de Mayo, cuatro años atrás.
Nuestro anónimo protagonista puso fin al trabajo cuando el púrpura de poniente se filtraba entre el ramaje de los chopos y las sombras se alfombraban ladera abajo para recibir una noche clara y primaveral.
De vuelta a casa, vio a lo lejos en las afueras del pueblo una silueta diminuta que se movía con dificultad en medio del camino. Al poco, escuchó los ladridos lastimeros que surgían desde el lugar dónde se encontraba la silueta.
Aceleró el paso intrigado por ver qué era lo que se arrastraba entre las sombras de los árboles cerca del frontón. Los pasos asustaron al can que se incorporó raudo en busca de protección bajo una farola en una de las esquinas próxima a la iglesia.
Pronto se percató que aquella sombra huidiza era un caniche negro, con los ojos enterrados entre el pelo y que presentaba un aspecto de abandono total.
Permaneció frente al can durante unos instantes y comprobó a corta distancia el deplorable estado en que se encontraba. Buscando una razón que justificara el abandono, observó que el can sufría de una picazón incesante porque no paraba de rascarse y sospechó que estaba contagiado por la sarna. Incluso se atrevió a justificar el abandono porque era preferible eso antes que haberlo sacrificado.
El hombre rudo que una hora antes golpeaba con saña la hoz aseando el margen para que la maleza no se enganchara a la lana de sus ovejas, cogió al enfermo y lo llevó hasta la cuadra de Salvador (de Margarita).
Al día siguiente se desplazó hasta Vitigudino para resolver unos asuntos y aprovechó para visitar al veterinario. Éste, una vez que el samaritano le contó al detalle las características que presentaba el animal, le entregó un tratamiento que paliara la picazón. En cuanto llegó al pueblo fue hasta la cuadra para lavarlo y curarlo. Todo parecía evolucionar bien y el perro mejoraba descansando en la cuadra.
Sin embargo, cuando llegaba la noche, el caniche no cesaba de ladrar incordiando a las casas cercanas. Por eso cuando el samaritano iba a verlo por la mañana encontraba la puerta abierta y el enfermo rondando en las cercanías. Eso sucedía frecuentemente y se veía obligado a buscarlo en las calles para continuar con el aseo y las curas.
Pocos días después, al entrar por la calle principal, vio cerca del abrevadero un coche forastero y al costado una pareja de visitantes que hablaban con un señor del pueblo. La mujer acariciaba un perro que tenía entre los brazos.
“¡Señora, ese perro tiene sarna!” les dijo, después de saludarles con el gesto.
La mujer casi tiró al caniche contra el suelo al oír tan rotunda afirmación.
Para no parecer un intruso sin educación, le contó al matrimonio y al vecino los avatares del caniche. En matrimonio manifestó en tono distendido que se encontraban allí porque estaban realizando fotografías a las iglesias de la comarca y que cuando se disponían a fotografiar la de la Zarza fue cuando lo encontraron.
Afloró la ternura en la señora y dijo: “Me gustaría llevármelo”. A lo que el samaritano replicó: “ El veterinario quedó en venir esta mañana, si quieren esperar pueden hablar con él y les dirá qué enfermedad tiene y luego, si quieren, pues se lo llevan. Ahora ya está casi recuperado y a mi, la verdad, me harán un favor”.
El matrimonio esperó sentado pacientemente durante la hora y media que tardó en veterinario en llegar. Quien diagnosticó una infección y nuestro amigo caniche marchó en el coche con el matrimonio acogedor.
Nuestro hombre continuó sacando estiércol para abonar las tierras. Arando las fincas y por la noche ordeñando el rebaño bajo la tenue luz de la bombilla en el corral. De vez en cuando se acordaba del caniche y, en cierto modo, se reprochaba haberlo dejado marchar. Le producía un resquemor no saber qué había sido de él, aunque daba por buena la ausencia ya que intuía que gozaría de excelentes mimos y cuidados.
Al cabo de unos meses llegó una carta sin destinatario al ayuntamiento. En élla comentaban que el perro era muy feliz y presentaba un aspecto fantástico. Prometían enviar fotografías para que lo viesen. Sin embargo, el verdadero motivo de aquella misiva sin destinatario, era manifestar gratitud hacia el hombre que cuidó al caniche. Mas como desconocían su nombre la enviaban al ayuntamiento, con la esperanza de que supiesen a quién se refería y se la entregaran.
Amigo lector, sirva este episodio real, (aderezado con el juego literario de la imaginación) como una prueba fehaciente de la gente noble y buena que hay en cualquier lugar, y, que pueden rondar muy cerca, aunque nosotros no tengamos el olfato del caniche para reconocerlas.

16 agosto 2010

San lorenzo 2010

Paco abrió los festejos

No es ningún dragón de Komodo, es valenciano con apelativo taurino

Ensayos en el atardecer de la vispera
Disfrutando de la noche

Foto explícita: ¡todos al compás!

Chocolatada bajo el choperal. No acudió el duende. Tendrá mucho trabajo.
¡Que cunda el ejemplo! Con semejante panorámica la fatiga escapa

Sintiendo el ritmo
La cantera

Colaborando a primera hora el día de San Lorenzo

Cuando la belleza se disfraza de alegría

Tiempo de encuentros, de intentos por recuperar un año en quince minutos





Desde diferentes puntos de la geografía española viajamos hasta Zarza de Pumareda para disfrutar de las fiestas de San Lorenzo.
Con este relato intentaré plasmar un esbozo de mi experiencia, una de tantas. Al terminar la jornada laboral del viernes seis de Agosto y, tras una nerviosa siesta, porque el cerebro se empeñaba en traer a mi mente los lugares por dónde tendría que pasar, no conseguí dormir.
Daban las ocho y media de la tarde cuando iniciamos el viaje desde Tarragona. Al llegar a Aranda de Duero el cuerpo dijo: ¡basta!. Allí, junto a la tapia de la antigua Remolachera y protegidos bajo el reflejo de una lámpara (primaba la seguridad sobre la comodidad), la cabezada se alargó durante tres horas. Continuamos con el viaje, mirando de tanto en tanto por el retrovisor para verificar que la moto seguía en el remolque con la misma perpendicularidad del inicio.
Los portugueses que regresaban desde Europa nos adelantaban de un modo temerario y a gran velocidad. Serían las diez de la mañana cuando aparcamos delante de nuestra casa en Zarza. El parcial del marcador en el salpicadero indicaba 854 kilómetros. Ya entre sábanas blancas pude acurrucarme un par de horas.
Los componentes de nuestra peña “El Lagarto” ya habían comenzado los preparativos del local de reunión. En todos los colectivos siempre hay quien está dispuesto a tirar del carro y en "El Lagarto" no podía faltar: adecentar el local, comprar los artículos de comida y bebida para llenar las neveras, ultimar los detalles de los disfraces, etc.


Me tomo la libertad de hacer como propia la gratitud hacia los que participaron en estos cometidos, que no se ven, porque cuando vamos lo encontramos todo en su punto. No quiero mencionar a nadie, pues cada cual adquiere un rol en estos asuntos y no hay mejor gratitud que la satisfacción personal, que a buen seguro, experimentaron los artífices. ¡Gracias!
Después del resultado sorprendente que se había producido el verano anterior, tuve serias dudas de que consiguiésemos igualarlo.
No soy persona idónea, por lo que me concierne, para calibrar si lo conseguimos o no. La respuesta del vecindario fue de espontánea alegría. Disfrutaron con la coreografía de las mayorettes. El paseo de los presos arrastrando sus grilletes bajo la exhaustiva vigilancia de la pareja mixta de la benemérita, le daban un tinte de realidad.


Nuestra mascota fue impactante, tal vez por eso cerraba la comitiva, porque lo espectacular debe romper al final. (Hay quedó patente la paciencia de los valencianos elaborando el disfraz).
El acordeonista y el guitarrista interpretaban melodías populares, engalanados con bailarinas famencas, que marcaban el compás con unas castañuelas e impregnaban de aires rocieros la calle.
En cuanto a los percusionistas, he de decir que disfrutamos de lo lindo y, si además fue placentero para el personal de la rua y para quien nos veía pasar, conseguimos el objetivo fundamental.
No debemos olvidar al grupo de teatro y a las charras que participaron en los actos religiosos, así como al resto de peñas que participaron en la marcha.
La corporación municipal nos obsequió con una paella de fraternidad y es de agradecer el empeño que pusieron para llenar el programa de este año. Me hago cargo del escaso margen económico de maniobra que tienen para darle salida, la colaboración es parca y el presupuesto que concede la diputación ha sido recortado en virtud de que la crisis actual justifica todo. Les imagino viajando a entidades para conseguir los regalos de los críos. Tampoco tienen a su disposición una brigada de operarios para colgar banderitas o para instalar un par de focos en el escenario. Aún así, consiguieron novedades que mejoraron las fiestas: la exhibición de trial-bici y la actuación del malabarista "Payaso Loco".
En definitiva, creo que la festividad de San Lorenzo se afianza cada año y, desde mi modesta opinión y a modo de sugerencia, creo que sería positivo la creacción de nuevas peñas.

Si esto sucediese, estoy seguro que los componentes de "El Lagarto" estarían encandados de ayudarles en cuanto fuese necesario, eso sí, con el conocimiento que puede aportar nuestra experiencia de dos años nada más.



18 julio 2010

Un sábado de verano



Este sábado decidí no acudir al frontón. Conviene realizar otras tareas pendientes. Si no pasa nada el martes me resarciré. Subí hasta mi parcela. Radial en mano, o a golpe de maceta, me entretuve aplacando piedras sobre la pared de la casa, con la intención de hacer un zócalo que aminore el impacto el agua de la manguera a la hora de regar el entorno.
En el frontón seguramente se eliminarán más calorías, si el sudor es un indicador del desgaste es evidente que gana de calle. Sin embargo, amasar la pasta en el carretillo, alisar la superficie a cubrir, untar las piedras con mortero y aplastarlas sobre la pared, acaba por dejar el cuerpo hecho un guiñapo.
Vaya gusto, dirás. ¡Ay amigo! que agradable es ver después de una relajante ducha el cambio producido y sentir que tu esfuerzo obtiene recompensa.
A la hora de la siesta, en la pantalla del televisor, retransmitían la etapa del Tour de Francia. El pelotón de ciclistas avanzaba agrupado preparando la llegada para los rápidos de cada equipo. No había puertos que ofrecieran espectáculo y con el eco de los comentarios de P. Delgado sucumbí al agradable descanso.



Ya caía la tarde cuando fuimos al concierto de Chick Corea. El recinto con forma de anfiteatro, enclavado en el espacio ajardinado más extenso de la ciudad, al solano de las viejas murallas iluminadas a esa hora, le daban al evento el rango acorde a la celebridad que ibamos a escuchar.
La banda “Freedom Band”, comandada por Chick Corea, inició sus interpretaciones de jazz- fusión y blues. En cada tema dejaban virtuosas pinceladas de talento y técnica interpretativa. Diálogos musicales entre Chick Corea y el saxofonista Kenny Garrett, soportados por la contundencia del contrabajista Christiam Mc Bride y el ritmo del veterano baterista Roy Haines. Daba igual quien llevara el peso de la melodía porque eran constantes los solos donde dejaban boquiabiertos al personal. Terminaron la actuación con un par de bises cuando el reloj agotaba la última hora del sábado.

Como no se podía grabar ni hacer fotografías durante la actuación, os dejo un video suyo con un tema que probablemente os suene.
http://www.youtube.com/watch?v=VevDPwEZIQ4&feature=related

13 julio 2010

Noche mágica

Luis, mi vecino de parcela, me invitó a ver con él y su señora la final España – Holanda. En mi casa el fútbol no entusiasma y verlo solo no era plan, pero Luis y Judich, aparte de ser excelentes personas, no se quedan atrás como anfitriones.
No soy un erudito del fútbol, aunque suelo leer también la prensa deportiva. Sabía que Holanda se había distinguido por su juego de ataque que, en otro tiempo, le hizo acuñar el apodo de Naranja Mecánica. Por eso esperaba un partido de ida y vuelta, no trabado, sino con oportunidades en las dos porterías.




Los holandeses no jugaron para ganar, sino que lo hicieron para no perder. Repartieron cuanta cera quisieron, con entradas que rayaban lo
criminal, sin otro afán que intimidar, mellar la moral y provocar.
Por momentos parecían italianos rompiendo el ritmo y acosando al arbitro en cada decisión sin que viniese a cuento.



Al fin se impuso la lógica y el buen fútbol venció porque así tenía que ser. Que final más fea para la historia habría quedado si llegan a imponerse los marrulleros que repartían estopa con la aquiescencia de un árbitro que más bien parecía un convidado de piedra. Que continúe dedicándose a dirigir el coro porque como árbitro deja mucho que desear.
No voy a extenderme en análisis porque cada cual tendrá el suyo. Una vez terminado el partido bajé a mi casa y vi que se acercaba la gente portando banderas españolas y camisetas rojas. Mucha gente. Más de la que se podía esperar.
Desde el balcón de mi casa presencié el jolgorio de coches que enarbolaban banderas y tocaban los claxon continuamente.
Nos pusimos camisetas rojas y emprendimos paseo hasta la fuente del centenario, que está más o menos a mitad de la Rambla.
Aparentemente lo que estoy escribiendo puede parecer insulso pero ver a la gente ondear la bandera española aquí es algo harto difícil. Como siempre la prudencia evita crear situaciones de crispación, pero la noche mágica fue enteramente rojigüalda.
El pasodoble Viva España rugía en las gargantas y el Yo Soy Español se entonaba con inusitado brío.




Un personaje que surgió con el mundial es el pulpo Paul, gracias a sus acertados pronósticos. Muy listo el pulpo, pero mucho más listo el gato Sami (reencarnación de Gatuso que vivirá en la parcela cuando sea un poco más grande) Ver el video y entenderéis por qué digo esto, aparte de adivino, se cobra sus predicciones) Y ya como apostilla, mi admiración más profunda a un hombre que es un ejemplo de temple y cordura. Que esquiva las críticas con halagos y que evita apuntarse al carro del éxito. Ese es nuestro paisano: Don Vicente Del Bosque.




http://www.youtube.com/watch?v=HINwOCkgOqA

20 mayo 2010

Viaje a Tierra Santa: ISRAEL

Aeropuerto de Roma

Tel Aviv, que quiere decir: Colina de Primavera


Los-as israelitas practicando balón bolea sobre la arena de playa a las once de la noche

Puerto romano de Cesarea


Israelitas muy bien uniformadas para la contienda
Pudo ser en este lugar donde Jesús predicó las bienaventuranzas

HAIFA y sus amplios jardines escalonados persas

En este lugar murió asesinado, donde ondean las banderas, el primer ministro nativo israelí Isaac Rabin, por un estudiante de la derecha radical que se oponía a los acuerdos de paz.

Bien embadurnado con barros milagrosos del Mar Muerto, esperaremos el resultado, en principio un olor hediondo y un picor molesto. Una vez nada más, seguro que no repetiré.

El huerto de GETSEMANÍ, el olivo que se ve por detrás, protegido con la valla, aseguran que es de la época de Jesús. 2000 años de antigüedad según arrojan las pruebas del carbono 14.


Jerusalén, vista desde el monte de los Olivos

Intrusa de la Zarza en las calles de Jerusalén

Río Jordán, precioso

Dicen que fue aquí donde S Juan Bautista, bautizó a Jesús.

Paisaje de ensueño en el Jordán

Otra maravilla, el Mar de Galilea, es un lago, y que buena estaba la carne que nos pusieron en el restaurante que se ve a la derecha

La primera iglesia, la de San Pedro, en Cafarnaúm


El baño de purificación. Cuentan que aquí vivía San José.


El vendedor, cualquier momento es bueno para leer las sagradas escrituras.


¿Quién ha dicho que no hay agua en el desierto?, no habrá manantiales pero si la tecnología puntera para llevarla, ahí se ve el puente de maniobras en medio de la tierra árida.

Cableado del funicular que lleva hasta la fortaleza de Massada

Se acercó porque estaba sediento-a y no tuvo reparos en beber agua embotellada que vertimos en un pequeño cuenco de la roca. Si es que lo estaba pidiendo.
Massada, el calor se llevaba el aire. Seguro que Herodes tenía siempre dos esclavos abanicándole

Frontera de Jordanía

Según dijeron, los beduinos mantienen las mismas tradiciones que tenían hace 2000 años. Pero yo vi la cuba amarilla con agua potable.

Allí apareció, en la explanada del muro de las lamentaciones (más bien de deseos) un hermano musulmán de Gatuso que agradecía las caricias

Al fondo el muro .... de los deseos, pues todo el mundo trata de incrustar entre los sillares de la pared, el papelito con sus deseos secretos.

Puerta de entrada al Santo Sepulcro


Este video lo grabé despegando de Tel Aviv para nuestro especialista en aeronaútica, Paco.






Viaje a “tierra santa”, ISRAEL

Las cenizas, que arrojaba el volcán bajo el glaciar Eyjafjalla en Islandia, continuaban cancelando vuelos y dudábamos de nuestra suerte antes de partir. Ante la duda, acudimos con tiempo suficiente al aeropuerto del Prat. Una pantalla azul informaba puntualmente de las cancelaciones y vimos que el de Roma, el nuestro, aún no estaba suspendido. Grupos de pasajeros se disponían a dormir entre asientos y maletas. Alguien coreó: ¡Campeones, campeones! Y en la puerta asomaron aficionados culés que llegaban de Sevilla. El "presi" Laporta hizo su entrada triunfal, rodeado de focos y cámaras, dándole pataditas a un balón, no sé si se le cayó o lo tiró adrede, el caso es que el balón acabó entre la gente. Me dio la impresión de que le gustaba el revuelo, nos hicimos unas fotografías con él. (Para un madridista que se precie lo cortés no quita lo valiente).
La aeronave nos llevó a Roma. Allí cambiamos de avión con rumbo a Tel Aviv (Colina de primavera).
Alrededor de las seis de la tarde cruzamos los controles. Nos hicieron algunas preguntas sobre el motivo del viaje y el nombre del hotel al que nos dirigíamos.
El Leonardo Plaza era cómodo y confortable y sus dieciocho plantas se elevaban cerca de la playa. A primera vista Tel Aviv es similar a cualquier ciudad europea. Me sorprendió la cantidad de gente que practicaba deporte. Unos caminaban, otros corrían u optaban por la bicicleta, todos en carriles por un amplio paseo a la orilla de la playa.
Al día siguiente, a las seis de la mañana (allí llevan una hora de adelanto) observé a través de la ventana que ya estaban los deportistas corriendo por el paseo.
Según nos dijo nuestra guía: “La municipalidad (el ayuntamiento) realiza campañas para fomentar el deporte construyendo polideportivos y facilitando el aparcamiento, aseguran que con la práctica deportiva se estudia mejor y se rinde más en el trabajo”.
Nos encaminamos hacia la fortaleza de Massada, en pleno desierto, cerca del mar Muerto. Durante el trayecto la carretera en muchos tramos iba en paralelo a la frontera de Jordania. Vimos los beduinos y sus poblados, autenticas chabolas de chapas y maderas. Junto al poblado destacaba el color amarillo de la cuba con agua que el gobierno les llena cuando hace falta.
Massada fue levantada por Herodes ante el temor a una posible invasión por parte de Cleopatra. Una fortaleza en lo alto de una meseta rocosa e inaccesible- ahora dispone de funicular-. Allí arriba el aire era caliente y el calor insoportable. Las panorámicas se perdían en la lejanía con el color ocre del desierto y una ligera neblina fundía la línea del horizonte.
Desde Massada descendimos al Mar Muerto, el punto más bajo del mundo, nos embadurnamos con barro negro y entramos en el agua que no hacía flotar sin esfuerzo alguno.
Al día siguiente nos desplazamos hasta los montes del Golán, frontera con Siria, y pasamos la noche en un Kivutz (poblado comunal donde se agrupaban los judíos que llegaban de Europa y vivían en comunidad). Durante la guerra del Golfo Pérsico esta zona fue bombardeada y aún están vigentes los refugios subterráneos, aunque ahora son centros de reunión de jóvenes para realizar actividades.
En Cesárea, Arce, visitamos las ruinas de su esplendoroso puerto romano y el acueducto. También Nazarech para ver la iglesia de la Anunciación con la gruta donde el ángel anunció a Maria la maternidad divina. A poco más de cien metros se levanta otra iglesia edificada sobre las ruinas de la casa de San José, aún se puede ver el baño judío en el que se purificaba.
Al tercer día nos llevaron a Jerusalén, ciudad muy diferente a Tel Aviv. Se palpa el espíritu religioso, el predominio de los judíos ortodoxos con sus trajes y sombreros negros de los que colgaban los tirabuzones.
Visitamos Cafarnaún, el lago de Galilea, espectacular. La tumba del rey David, el cenáculo, el huerto de Getsemani, el Monte de los Olivos, el río Jordán, el sepulcro de Jesús, la via dolorosa del vía crucis y Belén en Palestina, que puede distar de Jerusalén a poco más de 10 kilómetros, pero que sus altos muros y alambradas indican que es otro país.
Me sorprendió la ausencia de policias de uniforme en la calle. En cambio, había chicos vestidos de calle que caminaban entre la gente con el arma cruzada en la espalda.
De todo lo que vi guardaré especial recuerdo del lago Galilea, Massada y sobre todo del río Jordán.
La agenda fue apretada y copiosa para digerir. Ocho días parecen muchos pero son insuficientes para sacarle todo el jugo al viaje. Y por último, he de decir que, si para entrar había exhaustivos controles, para salir aún eran mucho más minuciosos y, sobre todo, si llevabas sin saberlo una pulsera con los colores de la bandera palestina, que me regaló un joyero tras comprar algunos recuerdos. Seguro que era de Palestina y quería hacer patria. esta claro nadie regala nada, y menos allí.
No pasó nada, algunas preguntas rutinarias, pues en mi una gorra blanca destacaba la badera y el nombre de Israel.