La frase del dia

16 agosto 2015

Los Fiordos de Corporario de la Ribera (SALAMANCA)

    

A mi derecha, Portugal. España a la izquierda.


El dique de la presa a vista de pájaro.

Familia

La meditación del monje español.

Playa del Rocoso.

El barco 

En la parte inferior izquierda se aprecia el nido de un águila.

Qué pasaría en la era terciaria para que las rocas quedaran en estratos inclinados.

Portugal al fondo.

En el centro de la imagen pescadores portugueses.

Al fondo se aprecia el dique de la presa.

Si agrandáis la foto veréis algo. ¿Imagen de un belén?
El 15 de Agosto ha resultado bastante completo. Como otras veces, tocó enseñar los espectaculares parajes de mi tierra. Nunca es definitivo mirarse el ombligo porque hay muchos rincones que nos son desconocidos. Pero estos lugares, en los arribes del Duero, consiguen impactar gratamente al visitante.
    En mi caso, es normal que la distancia y los años vayan minando la admiración, pero nunca el olvido. y nuestros paisajes ancestrales permaneces inmutables en su belleza contra viento y marea. ¿A santo de qué viene todo este rollo de tinte poético, te preguntarás? Pues viene a cuento porque un catalán nos alegró con su presencia y había que empaparlo de lo que aquí tenemos.
    A primera hora visitamos el pantano, por abajo y por arriba, fotografiamos el convento de La Verde y algunas casas del poblado. Después nos detuvimos en la entrada del túnel porque una puerta enrejada nos impidió pasar.
     Y, cómo José Luis López Vázquez en “La Cabina”, continuamos por la estrecha carretera que gana altura a base de curvas cerradas y empinadas, mientras esquivábamos los pedruscos desprendidos de la ladera.
    Puedo asegurar que las panorámicas que se contemplan desde los miradores son espeluznantes. Nada recomendable para quien no soporte el vértigo. Desde allí vimos el dique de la presa a vista de pájaro. Sopesamos el valor de los encofradores que construyeron aquellos miradores de hormigón. Resulta evidente que un traspiés era sinónimo de muerte inevitable.
    Nos dirigimos después a la playa de Aldeadávila. Han conseguido crear un paraje acogedor con aires caribeños.
    Por la tarde hicimos el crucero Fluvial desde el embarcadero del Rostro, en Corporario. Y no pude evitar que ese lugar mágico se vistiera de nostalgia. Cuarenta y tantos años atrás bajaba yo con mi padre a recoger leña de aquel bosque incrustando entre peñascos. Entonces, debajo de las fallas, encontrábamos las cenizas que dejaban las hogueras del cabrero. Busque el sendero por donde ascendía mi padre vara en mano, mientras yo seguía el paso de la caballería en las revueltas del olivar. ¿Quién podía imaginar entonces que un día el negro asfaltado de una sinuosa carretera  se abriría paso en el olivar hasta una playa?
    Elvira, del crucero fluvial, nos dio una lección amena durante el trayecto, con comentarios didácticos y curiosos sobre los lugares que el barco dejaba en los laterales del río. En esta ocasión, es muy probable que las fotografías que acompañan el texto sean más explícitas que mis palabras. Hasta otra.