La frase del dia

26 noviembre 2016

DUBHAI, el maná bajo la arena.



Para este viaje hicimos escala en Estambul.  No había en mí inquietud alguna porque en esos mundos desconocidos las cosas estuvieran revueltas. Tampoco hay que darle cuartel al mal fario. Dos horas allí, en la madrugada turca, por los pasillos no había un alma y luego un confortable avión me permitió ver en el monitor las películas: "Benhur" y "Papá Hemingway en Cuba".
    No suelo dormir, aunque sé que no sirve de nada estar despierto ahí arriba si la cosa se complica, quizá pases más miedo, aunque la lotería buena nunca me toca por qué lo tiene que la mala.    La novela “El extranjero” de A. Camús, que había leído años atrás, me acompañó a ratos. ¡Que bien perfilado aguanta al protagonista carente de sentimientos. Lo elegí por su tamaño manejable, pero me gustó. En la pantalla del respaldo del asiento delantero un plano indicaba las ciudades que sobrevolábamos y el tiempo que faltaba para llegar a Dubhai.
     Extraño fue ver tras los controles del aeropuerto de Dubhai a los árabes con la túnica blanca (Kandora) y el turbante en la cabeza. Supe que estaba entrando en un mundo diferente y novedoso.  El hotel estaba en la ciudad de Sharjah (1.500.000 habitantes), cerca de Dubhai; “Es una ciudad dormitorio de gente que trabaja en Dubhai” dijo el guía, un amable jordano que estudió en Salamanca.
   Dubhai comenzó a exportar petróleo en 1968 y contaba con una población de 60.000 personas, hoy roza 2.500.000.  Su reloj nos lleva tres horas de adelanto, pero no lo cambié y luego resultaba extraño que anocheciera a las tres y media.
   El primer día hicimos una visita panorámica en autobús, que se detenía para que hiciésemos fotografías una vez que el guía explicaba las peculiaridades del lugar. Durante el trayecto, micrófono en mano, respondía a nuestras preguntas. Todo allí se hace majestuoso desde que descubrieron el petróleo. Rascacielos imposibles de atrapar con la cámara, puentes, mezquitas, galerías comerciales imponentes con pasajes enteros brillando el oro en los escaparates. 

    Las llamadas a oración por la megafonía  de las mezquitas es algo que me gusta cuando cantan, le veo aire de flamenco exagerado.  Me sobra cuando el imán predica, parece estar cabreado y habla muy rápido.
    Una tarde nos aventuramos a coger el metro, era una experiencia nueva, porque es aéreo y no lleva piloto. En la primera parada entramos en otro centro comercial y allí ya fue el colmo: una pista de nieve con telesillas y laderas nevadas por las que zigzagueaban algunos esquiadores.
     En el hotel compartía comedor con árabes, Eran educados y respetuosos. Las mujeres. vestían de negro y con la cara tapada. Una mañana vi cómo una levantaba la tela cada vez que metía la cuchara.
    El "rally" por el desierto tiene su miga. Los todo-terrenos conducidos por expertos nativos desafían la lógica de la gravedad derrapando en las dunas. Por momentos parece que van a caer. Yo iba en el asiento de atrás y traté de agarrarme al asidero, pero alguno de más peso se lo quedó en la mano en otro viaje.
    Construyeron una isla artificial y sobre ella el famoso hotel Burj Al Arag (7 estrellas, único en el mundo), con forma de vela para que su sombra no cubriera la playa. Pasar una noche allí vale 1.300 dolares.

  La ciudad de Dubhai no tiene manantiales ni ríos; se abastecen de plantas desalinizadoras;  "Mi apartamento rondará los 20 m2 y pago cada mes 200 dolares por el consumo de agua" dijo el guía, "En este país viven muy bien los nativos (Visten la túnica blanca). No pagan impuestos y la sanidad es gratuita. El gobierno paga el desplazamiento y la operación si han de ser intervenidos en el extranjero. Incluso les presta el dinero con un interés muy bajo para comprar la vivienda".    
    No todo es orégano porque en las  obras vi que la mano de obra era hindú. Cuyo contrato ronda los 500 dolares más alojamiento y comida. Me crucé con autobuses viejos cargados de estos obreros. Un amigo español del guía que daba clases en un instituto tenía una mensualidad de 20.000 dolares. Hay diferencias sustanciales entre unos y otros como podéis apreciar. Un ordenanza de un museo cobra 6.000 dolares porque es nativo.
    Aparentemente la delincuencia brillaba por sus ausencia. Disponen de cámaras que te escanean la cara cuando circulas por las autopistas y la multa te llega a casa en diez minutos. Si bien no vi más de cinco policías uniformados en toda la semana, nos dijeron después que iban de paisano.
    Cualquier manifestación de tintes radicales puede deportarte en menos cuarenta y ocho horas. Había oído que a los que robaban le cortaban las manos, pero no vi ningún manco (anda que si vinieran por aquí habría una plaga de sillas de ruedas...). El alcohol está prohibido y un hombre puede tener más de una esposa si la primera lo acepta.
    Olvidaré detalles que pueden ser interesantes y tengo anotados, pero creo que las fotografías ayudarán a comprender mejor lo que ha sido este viaje y tampoco me quiero extender mucho en el texto. Hasta pronto.



Pista de nieve en el interior de un centro comercial


En la base de la torre Burj Khalifa. Espectáculo de agua y sonido.
No era para quitar el frío. Si no te tapas no entras. 

La "litrona". Está prohibido el alcohol.
Galería comercial
No es una foto defectuosa, son así.

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Mezquita deSheikh Zayed, en honor al primer presidente de Emiratos Árabes que murió en 1950. No es agua sino mármol reluciente

Hay diez lámparas de araña, cobre, piedras preciosas, oro. Construidas en Alemania por Swaroski
Interior. Para hacer la alfombra trabajaron 1200 mujeres durante dos años.
Al fondo el hotel Burl Al Arag, enfrente un calor que cegaba. Allí arriba rodaron un anuncio Agassi y Federer.
Le bajan la presión a las ruedas para correr por el desierto. Vimos la torre metálica de un pozo de petroleo.





Cena en el desierto con espectáculo 
Lo de las matrículas es curioso: a más poder económico menos números en la matricula. Un magnate indio ha pagado ocho millones de euros por llevar en su coche la matrícula con el número cinco.
Galería de la torre Burj Khalifa con tiendas y un acuario gigante.
En la torre Burj Khalifa (828mts), pero no  arriba del todo, El ascensor sube 18 metros por segundo.
Caballos de oro. No permiten que pare el autobús. Dimos la vuelta alrededor sin bajar.
Cruzando en las barcazas.